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martes, 2 de febrero de 2010

PEQUEÑAS VICTORIAS

Desplegar pancartas en un juego de pelota, gritar consignas antigubernamentales en el mismo lugar. Trancar alguna importante vía de comunicación, aparecer en algunos medios. Ser llamado “líder estudiantil” por algún mercenario de radio, televisión y prensa escrita, escribir mensajes en los vidrios de sus flamantes vehículos. Pedir libertad. Pedir libertad de expresión. Decir que las cárceles están llenas de presos políticos. Esgrimir encuestas donde, extrañamente, a quien muestran sin ningún o escaso apoyo, nadie se atreve a convocarle un referendo revocatorio. No cambiar los bombillos incandescentes por los ahorradores, no comprar en Mercal, ni en Pdeval, hablar mal de los cubanos. Derrochar energía eléctrica, gas, gasolina y agua sin que les importe nada ni nadie. Cuidar y usar la cédula vieja con la arrogancia de los lunáticos. Tener guardada con naftalina una bandera de siete estrellas y escudo con caballo de cabeza revireca. Escribir trabajos con encabezados donde se omite nuestra condición de patria Bolivariana, como si así exorcizaran sus demonios. Retirar el dinero de cuanto banco el Estado compre o rescate de la bancarrota. Pagar los desmesurados e injustos aumentos de matrículas escolares porque Chávez decretó lo contrario. Pagar todo más caro y pedir más aumentos. No tomar jugos Los Andes, ni llamar desde CANTV, ni de Movilnet. Decir a cada instante que al Presidente nadie lo quiere, que tiene el sol en la espalda, que está aislado, que está solo. Odiar al Magallanes porque es el equipo de Chávez. Propalar, publicar, comunicar, pregonar, vocear, informar rumores. Mostrar cuadros estadísticos donde se puede ver, con todo lujo de detalles y mil colores, la falta de todo, el fracaso de todo.
Entre esta gama de locuras, las dos primeras (pancarta y gritos) logran un gran repudio general, pero en medio del plan mediático, la soberbia y la torpeza no dejan lugar al razonamiento y la lógica. Así se han presentado y comportado los jóvenes que hoy hacen vana gala de su condición de estudiantes, pues no puede ser la preparación académica una exclusiva oportunidad para hacer billetes y olvidarse del país, se debe tener como norte, mejorar la calidad de vida de los más necesitados, casualmente, los mismos que son repudiados odiados maltratados vilipendiados y amenazados, cada vez que de este proceso político y revolucionario se expresan.
Soy un magallanero sin muchas ínfulas de fanático, ni siquiera sé quiénes son los jugadores ni de posiciones o estadísticas. Sólo abrigo el deseo y las ganas de saber que Magallanes ganó. El destino siempre anda contraviniendo mis buenos deseos; mi equipo perdió el campeonato ante los Leones del Caracas. Qué buena derrota. Sí, y es que sumando esta última derrota del Magallanes a las pancartas, a los desatinados e inoportunos gritos, a las encuestas donde Chávez no tiene vida, etcétera, etcétera, etcétera, ellos han obtenido otra pequeña victoria (no digo los fanáticos de los Leones, digo los locos). Por esa razón, no estuve de acuerdo cuando los partidarios del Presidente se presentaron a un juego de pelota con una pancarta donde se leía una verdad del tamaño del cerro El Copey: ¡… Chávez no se va!. Y es que esta consigna, devenida en verdad absoluta, casi que en una máxima de la realidad nacional, no se cumple en virtud de un capricho, no. Es el producto de un discurso que llega profundo, que enamora pues, es una mirada que brinda esperanza, es un gesto amigable, es una voz que me habla, es un escuchar mirándote, es un mirar bonito, es un caminar a tu lado en pos del bien para todos. Pero claro, eso es algo indigerible para quien come sólo con cubiertos, es decir, para quien no sabe comer con las manos y cuando le dicen que se chupe los dedos, se babea.
Hoy celebro que Magallanes no ganara, pues le aportó una pequeña victoria más a quienes no tienen capacidad de mirar más allá del deseo de hacerle mal a Chávez. Ojalá la catarsis de saber que el equipo del Presidente perdió, les dure unas horas, unos diítas. Egoístas nosotros si también pretendemos arrebatarles estos triunfos. El pueblo y la patria nos lo agradecerán.

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