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jueves, 18 de marzo de 2010

TEODORO PETKOFF

La gente de pueblo suele decir que la dignidad es lo último que se pierde. Es decir, cuando estás rodeado y miras de un lado, y sólo te encuentras con enemigos armados, cual gringos; miras del otro, y ves a más enemigos con los ojos inyectados de odio, cual oposicionistas; volteas pa´rriba y te encuentras con muchos más enemigos salivando de la rabia; ves pa´bajo y una muchedumbre de fieras con ropas de gentes te halan para tragarte vivo, lo mismito que los escuálidos de acá.
Es justo en ése instante, tan particularmente aciago cuando, de repente, te rindes. Porque otra gente y en otro momento, pongamos como ejemplo, las circunstancias que nos toca vivir en esta patria de Bolívar, se lanza la dignidad al hombro y decide morir como un meritorio representante de la especie humana, total, el panorama no presagia nada mejor. Más o menos esto último, era lo que mucha gente esperaba del otrora camarada Petkoff.
¿Qué pasó? No sé y no me importa. En definitiva hay una cosa que si no se sabe llevar con suficiente inteligencia, te vuelvo loco o te cambia la vida para mal de sí mismo y sobre todo de los demás. Y eso es llegar, escalar, arribar, aterrizar o caer, cualquiera sea el caso podría ser por esfuerzo propio o producto de un empujón: a clase media. Sobre todo, aquella producto de la profesionalización vía universidad.
Izquierdistas devenidos en clase media, chula, gorrona, acomodaticia, engreída, complaciente con el poder y con los poderosos, amante de los viajes (incluido Disney), becas, créditos académicos y de los otros, piu y otros aditamentos de tipo económico inventado por el capitalismo y los enemigos del pueblo, para mantener embobados a quienes deberían salir de la universidad, a romperse el pecho por ese mismo pueblo que les facilitó (con su ausencia) un cupo en dicho recinto académico.
Los Chaguaramos, Valle Abajo, Santa Mónica, la de arriba y también la de abajo, Chuao, La Candelaria, etcétera son ejemplos de las urbanizaciones que cobijaron (y cobijan) las miserias de hombres y mujeres que se refugiaron en el “tener” y el estar “cómodos” para olvidar y sobre todo para negar, de dónde venían. Familiares y amigos que no escalaron se jodieron, allá ellos, aún dicen.
La teoría del chip ideológico. Les juro que me la creo. Los gringos tienen entre sus debilidades el funcionar como una especie de Nostradamus de sí mismos. En cada película nos avisan qué están haciendo, qué hicieron o qué harán en materia de guerras, invasiones, asesinatos, atentados, golpes de estado, espionaje, armamentos de todo tipo, etcétera. De la misma manera, después de los años 50 estuvieron avisándonos que podrían instalar una especie de chip en la conciencia de una persona durante mucho tiempo y en cuanto lo requirieran ¡zúas¡ le decían la palabra mágica y el tipejo caía en un trance que lo llevaba a realizar crímenes o cualquier otro desafuero, como por ejemplo renegar de sus orígenes, historia y vida política.
Sí, lo que quiero decir es que todo ese impulso social (de la montaña a Chuao), esas visas, esos viajes, esas becas, ese tan anhelado piu y demás, tienen un costo. Los gringos no dan nada de gratis, tarde o temprano te lo cobran. Hoy los gringos cobran su cuota de, cómo es que le llaman ahora, calidad de vida. Hombres y mujeres, antes camaradas como candela, hoy son rabiosos anticomunistas. La llamada se hizo.
Teodoro Petkoff actúa como un muchachón adolecente y come candela, malcriado e intemperante. Le endilga sus notables y conocidos berrinches, malos humores y amargura a quien ve como el hombre que le quitó su lugar en la historia, quien logró lo que él con todo su bagaje académico, no pudo hacer nunca: primero y único, unificar la izquierda, darle cierta coherencia ideológica y asaltar el poder para mantenerlo por siempre. Teodoro es la estampa del fracasado intentando salidas peludas, cobijado en la blandura de esta revolución, cada día pretende decir la frase más tremenda para con ello sobresalir y no pasar por debajo de la mesa en una historia que quisiera para él.
Ficticio, pero cierto.

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